62 años de la muerte de María Eva Duarte de Perón

Evita, sin dudas, reúne todas las condiciones para ser un mito: llegó a lo más alto partiendo desde muy abajo, murió joven y en el esplendor de una vida donde la historia se tiñe con el rosa y el negro de las respectivas leyendas. Despertó hacia ella todos los sentimientos menos uno: la indiferencia. Para unos era “abanderada de los humildes”, la “compañera Evita”; para otros, “esa mujer”, “la Eva”. No había lugar para los grises en aquella dinámica política y social que marcó los años del primer peronismo, que incluyó aceleradas transformaciones como la socialización del espacio público, la masividad de la enseñanza media y superior, la garantía estatal del cumplimiento de los derechos laborales y el acceso a niveles inéditos de salud, servicio, ocio y consumo para los sectores populares.
El 26 de julio de 1952, a las 20:25, se comunicó el fallecimiento de la “jefa espiritual de la Nación”. Fue la segunda esposa de Perón y una figura mítica del peronismo. Murió como consecuencia de un cáncer, con tan sólo 33 años.

La noticia del deceso de Evita causó un profundo dolor en el corazón de los seguidores del peronismo y entre las clases populares, que llegaron a quererla y venerarla incluso más que al propio fundador del movimiento.